Al Filo

El Domingo pasado llegué a Merlo cerca del medio día. Si bien algo he estado aprendiendo en este mes y algunos días que estoy viajando, todavía me falta mucho. Pero una de las cosas que estoy teniendo en cuenta es viajar a otra ciudad / pueblo cuando esté tranquilo y tenga bastante tiempo para buscar un lugar dónde alojarme en esa ciudad al llegar, cosa de que cuando llegue la noche, tener a dónde caer muerto y no recién ahí empezar a buscar. Me pasó en Cura Brochero que cuando llegué me enteré que no había Hostels en la ciudad (otra cosita para tener en cuenta) y me tuve que ir a Mina Clavero -que está muy cerca igualmente- y ahí recién me puse a buscar pero enseguida se me vino la noche y ya las cosas se empiezan a complicar...

Entonces, llegué a Merlo y lo primero que hice fue ir a la oficina de Información Turística para ver qué ofrecían. Encontré que esto está bueno porque además de que conseguís lugares dónde hospedarte (igual, no te dan toda la info, solo la info de los que les pagan -cualquiera) también ya te queda la data de dónde podés ir a caminar o conocer cuando terminás de laburar y no ahí recién empezar a buscar. Así que, como estaba en auto y les dije que quería ir a algún lugar que tenga contacto con la naturaleza, me recomendaron ir a la reserva natural o al Filo.

Yendo para el Filo me encuentro que había que subir alta montaña para llegar ir a ese lugar que me mostró en el mapa -yo, ni sabía con qué me iba a encontrar. De hecho, sabía tan poco que me encontré con una montaña que mi auto casi no podía subir en algunas curvas. Tenía que poner primera y acelerar de a poquito para escalar esa montaña. El camino era hermoso y la vista maravillosa.

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Vista a mitad de camino yendo al Filo

Ahí mismo, en el lugar dónde saqué la foto, me puse a esperar unos chicos que iban caminando y que yo había pasado hacía un toque. Yo pasé despacito con el auto al lado de ellos esperando que me hagan dedo o algo así ya que estaban subiendo una cuesta muy pero muy empinada, no era algo para hacerlo a pata la verdad. Como no hicieron ninguna seña, seguí adelante nomás. Sin embargo, después me puse a pensar que capaz no se animaron o no me vieron o algo por el estilo. Entonces, decidí parar el auto y sentarme a esperarlos así les preguntaba qué onda.

"Che, yo voy para arriba, ¿quieren que vayamos todos juntos?". "Y... daaaaleee" -dice el flaco, que venía mirando hacia abajo hace más de 50 metros, casi casi como si estuviese haciendo fuerza con el cuello para dar el próximo paso. Descansaron un toque, yo saqué un par de fotos, charlamos un rato y seguimos viaje.

En el próximo parador bajamos y los chicos sacan unos cuántos sandwiches, me preguntan si comí y yo que no había masticado nada en todo el día, no podía estar más contento: sandwiches de salame y queso con un pan que los abrazaba dulcemente. Era casi una golosina para mí. Seguimos subiendo, más y más, nunca terminaba la montaña esta. Estábamos entre las nubes, era muy loco. A veces no se veía nada, todo blanco, y de repente se movían las nubes salía el sol y se veían todas las montañas Era excelente el clima.

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Parte del camino que recorrimos con Adriano y Ariana

Seguimos. Seguimos. Seguimos escalando las montañas y Errante me lo hacía notar. Tenía que parar a 0, poner primera, agarrar la curva bien abierta para que le cueste menos y pisarlo bastante. Así, le metimos como una hora más hasta llegar a la cima, dónde nos encontramos una confitería y un lago (que parecía artificial), además de un cartel que decía que estábamos en la frontera de Córdoba - San Luis, un poco de gente y algunas giladas más. Igualmente, lo mejor de todo era el paisaje.

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Arriba de las nubes

Después bajamos casi en picada. Era muy divertido y muy peligroso al mismo tiempo. Igual, tampoco había muchas opciones, no se podía ir ni siquiera a 40 Km/h así que estaba todo más que controlado, pero mientras los otros iban mirando el paisaje yo iba con los ojos clavados en la ruta y sobre todo en las piedras de los costados, que había unas cuantas que se habían desbarrancado y estaban sobre la ruta.

Mientras íbamos bajando, hablábamos sobre qué hacer al llegar. Como teníamos el día libre, decidimos seguir paseando, ellos para aprovechar el auto y yo para aprovechar la compañía :) . Así que, nos fuimos primero al Peñón Colorado, que es un mirador ubicado en el medio de la ciudad dónde se pueden apreciar a los que tienen mucha plata y ponen sus casitas en el medio de la montaña, a quienes también les podés llenar las piletas de baba, si te pinta.

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Vista desde el Peñón Colorado

De ahí, cuando bajamos, nos dimos cuenta que estábamos al toque del reloj de sol (que yo lo tenía en la cabeza por un post que había leído hace un tiempo ya y me intrigaba saber cómo era la onda). Así que, fuimos para ahí:

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Como pueden ver, eran las 16:30...

Seguimos hablando, "¿y ahora? ¿qué vas a hacer vos? ¿querés venir a comer en la cabaña en la que estamos parando a la noche?" -me dicen. Y entre que lo pienso y la reserva del hostel y que tenía un mugre terrible, les digo: "Bueno, me voy al hostel a bañarme y después nos juntamos". Por una cosa o por otra (supongo que porque pintó seguir estando juntos y había buenas vibras) decidimos ir a matear a la cabaña donde estaban parando ellos. Compramos unas facturas y arrancamos para allá.

Al llegar, largamos los mates con las facturas y en eso aparece Tatiana, que con el correr de la charla, entiendo que era la que estaba a cargo del complejo de cabañas en el que estábamos mateando. Charla que va, charla que viene, empezamos a hablar de la choripaneada que íbamos a hacer en la parrilla de ahí. Que sí, que no, terminó pintando asado completo e invitar a algunas personas más. Salimos a hacer las compras y, como se estaba haciendo de noche digo: "Muchachos, yo me voy al hostel a pegarme una ducha, acomodar mis cosas ahí y después vuelvo para acá"... "Pará. ¿Ya pagaste la noche de hoy?" -me dice Tatiana. "No todavía no pagué, solo dije que me iba a quedar a partir de hoy"; "Bueno, ya fue. Te quedás acá en una de las cabañas"... (si ya entraste al link, seguro que se te cayó la mandíbula al piso -yo tampoco lo podía creer)

Y así fue. Comimos un terrible asado, lavé los platos, acomodamos todo y me fui a dormir. Al otro día, me levanté temprano, trabajé bastante, la llevé a esta chica al hospital a buscar unos estudios y a unos lugares más, volvimos, organicé mis cosas y me fui a "otro hostel" ya que como no había avisado en el anterior no me dió la cara para caer a ese.

Por suerte, caí en Hostel Casa Grande que no me arrepiento ni un poquito de haber ido ahí. Muy buena onda, tanta, tanta que...

Acá pueden ver todas las fotos.

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