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Llegué a cualquier hora. Molesto. Cansado, medio dormido y un poco
angustiado. No estaba seguro muy bien de qué hora era, pero había visto
un mensaje en el celular y la hora en la que lo había recibido... se
suponía que no debería haber pasado todavía.
Así, molesto como estaba y casi sin poder abrir los ojos grandes del
cansancio, saludé a un amigo y emprendí el viaje. Sin un camino definido
todavía, pero sí con un objetivo: "la llave". A pocos metros de bajar
del colectivo, ella se hizo notar. Sabiendo diferenciarse muy bien del
resto, con sus típicas veredas inundadas y pobladas de forma extrema.
Gente con mala onda, apurada, molesta (como yo) y pasando por encima a
cualquiera que camine apenas más lento que él.
En el camino, decido emprender un viaje más concreto, casi con un
recorrido planeado. Con algunas incertidumbres, pero al menos unos
puntos claves. Así, siguiendo con la misma dinámica de gente alborotada,
me subo al subte y empiezo a sentirme raro. Sofocado por los vendedores
de "cualquier cosa" para la dama o el caballero, música, publicidad y
mucha mala onda. A todo ésto hay que sumarle que tampoco sabía muy bien
dónde bajarme y que era muy probable... que me baje en cualquier lado.
Afortunadamente, eso no pasó. Bajé en el lugar que correspondía, caminé
unos cuántos pasos aproximadamente 10-20 metros bajo tierra e
inmediatamente choqué la luz, me metí nuevamente en un lugar cerrado. En
ese momento noté que la mayoría de la gente hacía eso mismo. Parecíamos
topos.
Esperé, esperé y esperé. Unos cuántos minutos más tarde, después de que
algunas personas se hayan cansado de esperar y se fueran, llegó mi
turno. Hablé. Pocas palabras. Concreto. Sin embargo, la señorita a la
cuál me dirigía, parecía demasiado insistente conmigo, como si no
quisiera que la conversación se acabe. Básicamente, estreché algunas
respuestas más cortas y concretas que las anteriores rozando la "mala
onda" y finalmente la conersación terminó.
Esperé a un costado. Miré el "público" y parecía que todos seguían
igual. Malondeados y apurados, pero al mismo tiempo quietos. Ansiosos.
Desesperados. Como buen campesino, esperé mi pedido tranquilo y sin
apuro. Lo recibí, "azúcar, por favor" y me senté en la primera mesa
libre que encontré. Sin hacer un gran relevamiento del lugar. Sólo
quería una mesa.
Pasó un buen tiempo. Incluso, me ofrecieron otra vuelta de café. Pero
claro, "no todo es color de rosas" -pensé, y por las dudas: "No,
gracias". Terminé mis cosas, levanté la vista y continué mi viaje hacia
la llave.
Rodeado de mucha contaminación visual y sonora, alcancé mi destino.
Igualmente, estaba un poco preocupado por lo que me esperaba. Nervioso y
hasta un poco ansioso. Quería sacarme el problema de encima. Esperé.
Caminé en círculos y esperé.
Al momento de salir hacia mi verdadero destino, el tiempo me jugó una
mala pasada e inundó completamente la ciudad. Completamente mojada.
Completamente inundada y... bueh... No había muchas otras opciones. El
compromiso ya estaba asumido y no había posibilidad de echarse para
atrás.
Salimos con prisa con mi compañero J hacia el lugar dónde mucha gente
pasa horas día a día en busca de un espacio libre auto desplazable. No
mucho tiempo después, para alguna definición de mucho, lo conseguimos.
Como así también "muchos" otros que perseguían el mismo objetivo. En ese
momento volvimos nuevamente al estado "stand by" recorriendo así lugares
desconocidos y sin poder apreciarlos.
Desesperados, abandonamos ese espacio que habíamos conseguido y por el
cuál habíamos estado esperando mucho tiempo. Ya está, nos deshicimos de
él para siempre. Lo perdimos. Ahí, una vez que habíamos recuperado
nuestro poder de decidir el rumbo y la dirección a seguir, conversamos y
decidimos cuál iba a ser el próximo camino hacia el destino ya pactado.
En el medio de la odisea, de la ciudad inundada, de las baldosas flojas
y de .... (...) haber quedado completamente mojado luego de haber sido
saboteado por algún conductor de ésto espacios móviles apresurado... me
di cuenta que la rodilla había ingresado completamente al agua.
Ya, ya... ya ahí. A pasos de nuestro objetivo, mi pié tiene un encuentro
muy cercado con pedazo de madera abandonado por algún otro sujeto, el
cuál contenía un elemento punzante, más conocido como "clavo", que
ingresa lentamente por el calzado hasta perforarlo y traspasarlo.
Ingresando así a mi cuerpo.
Desespero, zamarreó la pierna. Los ojos se ponen automáticamente
llorosos y dejo de apoyar ese pie en el piso. Insisto con la zamarreada
y finalmente sale despido, dejando allí una mancha de sangre y un
profundo dolor. 15 metros más tarde... el objetivo.
#detestobsas